El objetivo de la Atención Temprana es ofrecer a los niños de 0 a 6 años con déficits o con riesgo de padecerlos, un conjunto de acciones optimizadoras y compensadoras, que faciliten su adecuada maduración en todos los ámbitos y que les permita alcanzar el máximo nivel de desarrollo personal y de integración social.
El desarrollo de los niños durante los dos primeros años de vida es fundamental, ya que es en esta etapa que el tejido nervioso crece y madura y está, por lo tanto, más expuesto a sufrir daño. Debido a su gran plasticidad, es también en esta época cuando el niño responde más a las terapias y a los estímulos que recibe del medio ambiente. El rápido desarrollo del niño se ve influenciado por el ambiente en el cual se desarrolle.
La atención temprana busca, a través de la vigilancia del desarrollo comprender todas las actividades relacionadas a la promoción del desarrollo normal y a la detección de problemas en el desarrollo.
Es un proceso continuo y flexible.
Los primeros meses de vida, y ha de estar basada en una cuidadosa evaluación individual de las capacidades y de las dificultades del niño. Implantar un programa de intervención lo más tempranamente posible es muy aconsejable, incluso antes de esclarecer de manera definitiva un diagnóstico con garantías. Busca favorecer la adaptación el menor, en su entorno inmediato; en la familia, se procura brindar una atención que mejore los conocimientos y estrategias de ayuda al niño. A ello se suma un conjunto de acciones y propuestas que deben realizarse en contextos de salud, educativos o comunitarios. Este tipo de intervención reviste gran importancia por su relación con aspectos del neurodesarrollo en las primeras oportunidades de aprendizaje, y por sus aportes a la detección e intervención temprana de niños y niñas que presentan riesgos o alteraciones del desarrollo o discapacidades, entre otras.